– Cuando te sientas abatido, apático, sin ganas de hacer las cosas que antes hacías.
– Cuando las actividades ya no te ilusionan como antes, has perdido la motivación y energía para hacerlas.
– Cuando no te apetece quedar con los amigos de siempre porque no te lo pasas tan bien con ellos, crees que no te aportan nada, o crees que lo único que haces es molestarles.
– Cuando no eres capaz de atender a una conversación, seguir el diálogo, mantener el interés aunque lo intentes.
– Cuando la pereza gane a la motivación.
– Cuando tu vida se llene de “tengos” pero no existan ya los “quieros”.
– Cuando los colores que te rodeaban desaparecen poco a poco y todo se torna oscuro, gris o negro.
– Cuando tu ánimo se vuelva irascible, hostil, hacia las personas con las que nunca lo has sido.
– Cuando sientas que la dirección que lleva tu vida no es la que quieres, si no la que te marcan y te hace no estar a gusto.
– Cuando sientas ansiedad. Cuando percibas que no la controlas, si no que es ella la que te controla.
– Cuando la frase que más repitas es: “no soy capaz de…”
– Cuando el miedo inunde tu día a día, impidiéndote realizar lo que antes hacías o lo que querrías hacer.
– Cuando creas que no hay salida, que es lo que mereces, lo máximo a lo que puedes aspirar.
– Cuando alguien te haga sentir insignificante, poca cosa. Cuando te agredan verbal, emocional o físicamente.
– Cuando justifiques lo injustificable.
– Cuando normalices lo anormal, aceptando situaciones por “amor” o miedo.
– Cuando sientas que el trabajo afecta a tu vida familiar, social, emocional.
– Cuando la salud física se vea deteriorada sin causa médica: dolor de estómago, cefalea tensional, colon irritable, baja de sistema inmunológico…
– Cuando el nivel de autoexigencia no se ajuste a las características de la situación, pidiéndote a ti mismo algo que las circunstancias hacen imposible.
– Cuando los exámenes u oposiciones generen un estado de ansiedad elevado que no te permita seguir estudiando y genere conductas que no te gustan ni son propias de ti.
– Cuando tu conducta se base en un único pilar: evitar situaciones.
– Cuando juegues a ser adivino de lo que piensan los demás de ti o de la situación, más si cabe cuando esa adivinación conlleve un ataque hacia ti mismo.
– Cuando sientas que no puedes más, que todo te sale mal o está en tu contra.
– Cuando tus hijos superen tu paciencia y estés a punto de “tirar la toalla”.
– Cuando no controles la comida, si no que la utilices para sentirte mejor, reducir la ansiedad o el malestar.
– Cuando tengas ideas de quitarte de en medio, desaparecer.
– Cuando creas y sientas que tus recursos no son suficientes para hacer frente a una situación complicada y hayas intentado resolverla sin éxito por tus propios medios.
– Cuando la cama y dormir te atraigan más que lo que hay fuera.
– Cuando los pensamientos sean tan repetitivos que no te dejen pensar en otra cosa, no te permitan disfrutar con tus actividades y tengas que cambiar tu comportamiento para satisfacerles.
– Cuando creas que no controlas lo que piensas.
– Cuando el fallecimiento de un ser querido te sobrepase y parezca que el dolor no termina nunca. El tiempo se alarga y no sales hacia adelante ni puedes quitarte la imagen de la cabeza.
– Cuando las drogas, el alcohol, las máquinas de juego o el cannabis sean la única opción que crees que te queda.
– Cuando no puedes controlar tu agresividad y se convierte en violencia contra ti mismo y/o contra otros.
– Cuando miras más hacia el pasado que hacia el presente y futuro.
– Cuando tus celos e inseguridades hacen que tu pareja sufra y pueda terminar con la relación.
– Cuando simplemente quieras mejorar y cuidar tu salud mental.
Psicólogo y Terapeuta de Conducta de DcienciaSalud